Una llave es un
instrumento que se usa para abrir y cerrar las cerraduras incorporadas
a objetos que se pretende proteger de accesos no deseados. Desde antiguo se
utilizaron mecanismos de este tipo. Su invención se le atribuye a Teodoro de
Samos en el siglo VII a.C. aunque con toda probabilidad se usaban mucho antes.
Existe la creencia de que las primeras cerraduras eran grandes cajas metálicas
que necesitaban para abrirse llaves de hierro muy grandes y pesadas, lo que
solamente es cierto en parte, porque también se utilizaron llaves pequeñas para
tapaderas de cajas pequeñas, como joyeros u otro tipo de muebles. Cierto que
había una cierta relación entre la importancia de la puerta y el tamaño de la
llave. Sin embargo, durante el siglo XX se ha producido una evolución muy
importante en el diseño de nuevos sistemas de cierre de puertas que ha dado
origen a una gama de llaves muy variada.
Llave clásica
La llave antigua clásica consistía
en una pieza de forma cilíndrica, a veces perforada en forma de tubo, con una o
dos paletas al final. La paleta tenía un código de acanaladuras a los costados,
o un código de dientes en el extremo más alejado del cilindro o las dos cosas.
Para manejarla tenían una pieza generalmente en forma de anillo, circular u
ovalado, del mismo material. Este anillo servía además para permitir colgarla
de un llavero para su transporte, llavero que solía consistir en una tira de
cuero delgada.
Llave
moderna corriente
Es la más común actualmente es plana de espesor normalmente
constante, el vástago tiene acanaladuras en los lados planos y, normalmente en
uno de los cantos una serie de muescas de distinta profundidad y longitud, que
forman el código de giro. Cuando las muescas levantan correctamente las levas
del bombillo, este se libera y gira dentro de su alojamiento permitiendo mover
el mecanismo de apertura propiamente dicho.
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